miércoles, 3 de junio de 2009
Encamino mis pasos hacia el palmeral, la senda que despide y da la bienvenida a todos los que trasiegan entre la vieja ciudad portuaria y el resto de lejanas comarcas. A los lados, los hogares silenciosos de sus habitantes, son el mudo testigo de mi partida. Las blancas fachadas de abedul, talladas con los intrincados misterios de los artesanos elfos, reflejan los últimos rayos del astro crepuscular, ya adormilado.
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4 comentarios:
por casualidad llegue
buena sorpresa
gracias por tus letras
Muchisimas gracias Antonio. Y gracias por inaugurar los comentarios!
Cuatro renglones que destiln, ante todo, oficio.
GRacias por tu visita y tus palabras en mi blog.
Un saludo.
Good blog, nicely done!
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